martes, 18 de agosto de 2009

Las perlas de lady Laurence (capitulo II)

Una lluviosa tarde de otoño, como era su costumbre, Lady Laurence se había reunido con su vecino August a jugar póker y tomar el té. El mayordomo James estaba preparando el té en la cocina y la señorita Laurence estaba en la biblioteca con su vecino. Habían terminado su juego hacía un rato y estaban un poco aburridos. Ella llevaba puesto su collar de perlas, una falda bordo y un sweater naranja.
- Señorita Smollett me gustaría que me acompañase el sábado a la
reunión del señor Kimlet. Usted sabrá que es uno de los más importantes y poderosos comerciantes de la ciudad. Podría ayudarla con la venta de su último libro. –opinó August.
- Sí, lo sé, pero no le tengo mucha confianza a ese hombre. Todos
sabemos lo que le sucedió a Constance Baltimore la última vez que trabajó con el en la venta de su última línea de vestidos. Me enteré de ello cuando fui la semana pasada al pueblo de compras. –Se quejó la señorita Smollett
- Al parecer el señor Kimlet se quedó con el treinta por ciento del dinero y eso enfureció mucho a la señorita Baltimore. –informó su vecino.
En eso James entró en la sala con una bandeja y dos tazas azules de té en ella.
- El té está listo señorita.
De repente todo se oscureció y la señorita Smollett pegó un grito mientras se escuchaba como caían las tazas y se estrellaban contra el suelo.
A los cinco minutos las luces volvieron a encenderse. James ya no estaba y las tazas estaban en el suelo. Lo peor fue cuando Lady Laurence se dio cuenta de que le faltaba su collar de perlas.
- ¡Aaaaaah! ¡Mis joyas! –gritó sorprendida la señorita.
- ¡Por el fantasma de Oscar! Eso no es posible. –dijo sorprendido August
- ¿Quién se las habrá llevado? –indagó Lady Laurence.
- No lo se, pero lo tenemos que averiguar. Hay que llamar a un detective.
–dijo desesperadamente August.
- Llamaré a los dos mejores detectives de Inglaterra: Paul Somecrie y
Joanne Undergood. Un amigo mio me los recomendó por si alguna vez los necesitaba.
- Bueno, aquí tiene.-dijo rápidamente August mientras le alcanzaba algo
de papel y una pluma.
La señorita se puso a escribir las cartas y se las entregó a August para que las llevara al correo, que no se encontraba tan lejos.
“Para mañana habrían recibido la carta y vendrían” pensó. Y así fue.
Al día siguiente Paul fue el primero en llegar. Atravesó el largo y estrecho camino para llegar de la carretera a la mansión. Había mucha niebla y no se veía casi nada. Llegó a la enorme y monumental reja de 3 metros y atravesó el angosto caminito entre el laberinto y la fuente. Tocó la puerta y lo atendió un hombre de unos veinticinco años aproximadamente, vestido con un bonito traje de cola negro y una corbata azul oscuro.
- Ah, usted debe ser el detective Paul Somecrie que Lady Laurence
llamó ayer por la noche. Pase por favor. –invitó.
- Gracias. –dijo el detective mientras entraba en esa enorme mansión.
Lo condujo a la oficina donde se encontraba Lady Laurence por la escalera del lado derecho. Entraron en la cálida habitación y la señorita estaba sentada en su silla de escritorio.
- Buenas tardes detective Somecrie, es un gusto conocerlo. –manifestó la
señorita.
- El gusto es mío señorita. Es un placer servirle. –contestó el señor
Somecrie.
La señorita Smollett le dio un pequeño resumen de lo que había sucedido la tarde anterior y que James aún seguía desaparecido, lo que le preocupaba más que sus joyas.
- James ha sido mi mayordomo desde que tengo memoria y no se que
haría sin él. –se lamentaba Lady Laurence.
- No se preocupe señorita. Voy a encontrar a su mayordomo y a sus
joyas. –prometió el detective.
En ese momento, alguien tocó la puerta y August salió de la habitación. Al rato regresó con Joanne, la segunda detective.
- Buenas tardes a todos. Quisiera presentarme. Soy la mujer policía y
detective Joanne Undergood. Usted es la señorita Smollett ¿no es
así? –se presentó
- Si, así es. Bienvenida. El es el detective Paul Somecrie. –la recibió la
señorita.
- Un gusto detective Joanne. ¿Es usted inglesa?- preguntó con algo de
interés Paul.
- Si. Mi padre era francés y mi madre inglesa, pero nací aquí en
Inglaterra. –contestó despectivamente la señorita Undergood.
- Entonces supongo que sabrá francés.
- Claro que sí. Y también se portugués, español y un poco de italiano. –se
jactó la detective.
- Entonces nos servirá de mucha ayuda.
En ese momento Lady Laurence y August se miraron mutuamente. Había notado que era casi evidente que ambos detectives se conocían de antes y no habían tenido una muy buena experiencia.
Lady Laurence invitó a los detectives a que tomaran el té con ella y así les daría una explicación algo mas detallada de lo sucedido la tarde anterior.
- Entonces debemos hacer una investigación de la casa. Dígame Lady Laurence, ¿Dónde exactamente estaban ayer por la tarde cuando la luz se cortó?- Preguntó Paul
- Bueno, yo estaba sentada en el sillón de allá, y August estaba parado junto a la biblioteca. Estábamos hablando de…de el señor Kimlet y su negocio, cuando James entró con una bandeja en la mano y las tazas de té en ella. “El té está listo señorita” fue todo lo que alcanzó a decir y allí todo se oscureció. Yo grité y…y a los pocos segundos la luz volvió y James ya no estaba. Sólo encontramos las tazas rotas en el suelo. –explicó la dueña de casa.
- Bien. Entonces tenemos que el señor James estaba aquí y, si seguimos
el camino por el que una persona normal iría de la puerta al pasillo, nos encontramos con… ¡esto! -Gritó Paul mientras señalaba la puerta de un armario donde Lady Laurence guardaba algunos abrigos, paraguas y mantas.
- Ese es mi clóset. ¿Qué le hace pensar que James pueda estar allí?
-Observó la señorita con cara de asombro.
- Yo no digo que su mayordomo esté aquí.- dijo abriendo la puerta y
corriendo los abrigos. – Sino aquí.- dijo señalando una puerta detrás de los paraguas.
- ¡Por el fantasma de Oscar! – gritó August.
Paul se metió por esa puerta, caminó unos pasos y…allí estaba James. Tenía los ojos vendados y estaba sentado junto a una pared, amordazado.
- ¡James! – gritó Lady Laurence y corrió hacia él.
- ¡Por el fantasma de Oscar! – August no lo podía creer
El detective Paul continuó caminando a través de ese oscuro túnel que, según sus suposiciones, se debía tratar de alguna cueva que desembocaba en algún lugar extraño de la casa. Continuó caminando un poco más y se encontró con una pequeña puerta, entró en una habitación de dimensiones muy pequeñas donde en el centro había una mesa y un par de sillas. Encima de la mesa había una baraja de cartas y una taza de café, y de una de las sillas colgaba un saco negro. Esto desconcertó bastante al detective, pero decidió no decir nada a nadie, sólo para no alarmar demasiado a la señorita Smollett.

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